"SALTO MORTAL", Kenzaburo Oé (3).

El otro gran tema, como ya quedó dicho, es la posibilidad de prescindir de Dios para ser libre y feliz. Es la idea que al final plantea Kizu a Ikuo, un personaje que, a lo largo de la novela, ha mantenido una relación con Dios similar a la del Jonás bíblico. 
Ikuo escucha en su adolescencia la voz de Dios diciéndole “haz”, demandándole una acción, pero sin especificarla. Después de un tiempo la voz divina no vuelve a presentarse e Ikuo comienza a sentir que Dios lo ha abandonado y que no ha sido del todo justo con él. Entonces se encuentra con Kizu y comienza una relación por la que termina involucrándose con la iglesia de Patrón. Una iglesia que parece haber perdido el norte y, que al morir uno de sus líderes, entra en un período de profundo cambio. Poco a poco la figura de Ikuo se va perfilando como la de un nuevo líder capaz de congregar las varias corrientes de pensamiento que afloran en la iglesia; pero justo en el momento en que Ikuo puede volverse la cabeza de ella, muere Kizu, dejándole una invitación final: olvidarse de Dios. La respuesta de Ikuo es hacerse a un costado y permitir que otro, uno mucho más joven, tome su lugar. Las últimas líneas de la novela están dirigidas a mostrar a este joven líder como un ser alejado de la fe. Alguien le pregunta entonces a Ikuo si el movimiento se ha convertido en una religión carente de Dios. La respuesta de Ikuo es tajante y con ella se da fin a la novela. “Nuestra iglesia es un lugar donde las almas tienen campo abierto.”. 
Cerramos el libro con la sensación de que más de ochocientas páginas fueron escritas sólo para llegar a esta frase. Y no es una sensación equivocada, pues la misma figura principal (Patrón) cuya conexión con lo trascendente es muy íntima, no deja durante toda su historia de sentirse abrumado por la divinidad. Quizá por ello apostata, quizá por ello se inmola. La divinidad produce en su cuerpo llagas, lo hunde en la confusión y lo castiga con el infierno. Patrón está atrapado en su relación con Dios, al igual que Ikuo. En la novela de Oé, la iglesia cambia cuando logra superar la cárcel que Dios significa en las religiones monoteístas y apunta a la veneración de las almas y, quizá, del Todo.
En 1 San Juan (2:18-22), bajo el título El Anticristo se dice: “Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. (..) ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo.” Cuando Patrón reinicia su iglesia pronuncia un discurso que me parece completamente basado en este pasaje bíblico: Afirma que el Anticristo ha llegado, afirma que no es el primero y afirma que es él mismo. El salto mortal, recordemos una vez más, se produce cuando Patrón niega. Teniendo a mano todo esto se puede afirmar que al morir, Patrón completa su misión de convertirse en el Anticristo, pues con su muerte cede el mando a un nuevo líder que tiene la fuerza suficiente para lanzar al olvido al Dios monoteísta y, de esa manera, posibilitar que las almas recorran un camino en libertad.

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