Sobre "Temporal", de Tomás González

Hoy es 30 de noviembre y acabo de leer Temporal, novela corta que sucede en Tolú. Hoy, casualmente, estoy en Tolú. Creo que la coincidencia me ayudó a disfrutar un libro que, en condiciones normales, habría terminado sólo por curiosidad, más que por sentirme arrastrado por la fuerza interna de la historia o de los personajes. Tras La luz difícil, Tomás González produce una novela corta de calidad muy inferior a su predecesora. ¿Qué pensar de una novela muy corta a la que le sobran tanto páginas como elementos estructurales? Tal vez que no debió haber sido una novela, sino un cuento largo; quizá que el autor debió elongar el tiempo interno de la narración, ese que se construye con el mundo atrapado en el pecho de cada personaje, ese que puede estar desligado de la acción. 

La historia transcurre en una jornada que va desde las 4 am de un sábado, a las 6 am del día siguiente, y se divide en capítulos cortos, uno para cada hora transcurrida de esa jornada. En cada uno de ellos el punto de focalización varía entre los cinco personajes de la historia: el padre, los dos hijos, la madre y, el quinto, un coro de turistas. Este último, a diferencia de los cuatro restantes, no está narrado en tercera persona; es la suma de varias voces en primera y  es, además, el principal desatino de la obra. La naturaleza de este quinto personaje tiene una obvia relación con el coro griego, pero es un coro que no aporta nada ni al transcurso de la historia ni a su significado, resulta, entonces, un artificio de tipo ornamental que, por su escaso valor estético, no embellece sino que, por el contrario, afea.

Los personajes naturales de la historia son los cuatro integrantes de la familia, el coro, por el contrario, es artificial. Así, el paso de la tercera persona (que podría ser considerada por extensión la voz natural de la novela) a la primera, se siente tan forzado como un cambio repentino en la velocidad de un motor. El texto corcobea, suena extraño, se resiente. Y todo esto se agrava cuando se configura un segundo coro, muy distinto y mejor logrado: el de las voces que atormentan a Nora, la madre loca.  A diferencia de la recolección de voces de los turistas, la voz unísona de los "fantasmas" tiene una función estética y una narrativa:  Habla con lirismo (La unidad Nora y su coro son la única entidad lírica en medio del escenario paradisíaco en el que se encuentra la novela) y crea tensión narrativa con anticipaciones y profecías falsas. Es un coro necesario en la historia, connatural y condigno de ella. El otro es tan extraño como una prótesis para un tercer brazo. 


El epicentro de la trama es la jornada de pesca de un padre y sus dos hijos. Allí la novela se disfruta en la lectura y fluye mientras la tormenta ominosa se incuba en el cielo sobre el mar y junto al odio filial, este último motor intelectual de la novela. El padre y los dos hijos que lo odian crean un ambiente espeso: sin embargo hay momentos en los que la plausibilidad de las escenas decae y los sentimientos de los personajes resultan exagerados. Esta caída de la credibilidad se presenta, en especial, cuando el narrador describe entre comillas los pensamientos de los personajes. Son pensamientos demasiado discursivos, demasiado "escritos", "literarios" para sentirse naturales. Quizá la presencia de las comillas ayudan a resaltar esta literalidad. Al respecto me pregunto si un personaje debe pensar con comillas, si uno mismo, en su propia cotideanidad piensa entre comillas, o si sólo se piensa en comillas en aquellos momentos en los que se piensa deliberadamene sobre un tema, aquellos momentos en los que pensar es casi un diálogo entre uno y uno mismo. 

Si bien los dos hijos y, especialmente, la madre, son personajes bien definidos, el padre no está desarrollado en toda su amplitud posible. Allí hizo falta algo más, un poco más. El padre está a medio camino entre el ser terrenal y la deidad titánica. El hombre que bautiza a sus propios hijos en el mar, el inagotable asesino de animales, el despiadado, se ve en un punto como nada distinto a un chabacano, un tipo como tantos, sólo que con ínfulas de grandeza que despliega por medio de la violencia al interior del seno familiar. La sobredimensión que los hijos le han dado al padre en su vida, parece contagiarse en el narrador y su novela. Finalmente su terrenalidad, su normalidad, lo hacen menos fascinante de lo que podría haber sido si el narrador lo hubiera cargado de un aura más mítica, si nos lo hubiera mostrado levitando a 10 cm del suelo, abriendo sus brazos tremendos sobre las cabezas de sus hijos. 

González siempre me ha parecido un excelente narrador, en especial por su sobriedad en el lenguaje y en el armazón de sus historias. No es posible ubicarlo dentro del tipo de escritores "juguetones" o innovadores de las formas. No. En las novelas de González la historia está primero que todo, incluyendo al escritor mismo. En esta la apuesta es distinta y no da resultado. El coro es un elemento que, aparte de producir el efecto del que hablé al comienzo, no respeta sus propias reglas de juego, que podríamos sintetizar así: Las voces de este coro corresponden a turistas que están actualmente alojados en el hotel del padre, que se refieren a lo que está sucediendo en el presente de la novela y que aparecen en primera persona. Así son todas las voces, excepto una. De un momento a otro en el coro aparece una mujer que está en Nueva York 20 años después del momento narrado. Este aparte está separado del resto del coro con un doble espacio, como si no hiciera parte ni del coro ni de la historia. ¿Para qué esta mujer? Muchas personas pensarán que no todo en la literatura debe estar justificado. Yo estoy convenido de que no todo debe tener una razón sustancial en el fondo, pero también de que hay cosas que sí, en especial aquellas que engranan con dificultad en una historia, de lo contrario se vuelen gratuitas, displacenteras, perjudiciales. 

Comentarios

  1. No lo he leído, pero esa crítica implacable contra el coro tampoco me despierta mayores deseos. Existe una especie de misticismo alrededor de este autor... ¿Se trata realmente de su calidad literaria o es producto de esa imagen de ermitaño que proyecta? Usted no había logrado o querido terminar una de sus novelas, ¿verdad? Por ahí hojée una novela de él, quizás "La luz difícil" y la "pureza" de la prosa me pareció demasiado: no me inspiró en absoluto.

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  2. Nel: Gracias por tu comentario. A mí, en cambio, "La luz difícil" me encanta. Fue una de las novelas que más quise el año pasado. Gonzalez es un novelista serio, atildado, un trabajador de historias. Yo creo que es uno de esos autores al que hay que darle una nueva oportunidad si al comienzo a uno no le llegó.

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