Ayer efímero, hoy efímero

   Y hoy, no sé por qué, he vuelto a Watanabe, al primer libro que leí de él: El guardián del hielo. Y hay textos que se nos vuelven íntimos desde el primer instante y que no dejarán de serlo nunca, ni siquiera aunque lo deseemos.


EL GUARDIÁN DEL HIELO

Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.

Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...

El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil.

                    Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.

No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino, 
a cumplir con la vida:
yo soy el guardián del hielo.

José Watanabe

J.W.

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