Las
antologías siempre me han parecido un
juego vacío entre el ego de un
antologista y la cobardía de un lector. El antologista
produce un objeto que da la ilusión de pertenecerle como creación, cuando en realidad no es así; y el lector, al no estar frente a uno de los libros del
poeta, se libra del riesgo de enfrentarse a un texto que puede no ser
representativo de su obra, o que puede tener (debe tener) unas piezas más logradas que otras. Leer antologías tiene la intención utilitaria de obtener lo
mejor de un poeta, un ir "a lo seguro" que puede terminar en la
reducción. Y sin embargo, como lo que
se piensa no tiene que ser lo que se hace, aquí estoy, a punto de producir un
adefesio doble: la antología de una antología.
Antología de Antología
del extranjero,
de Pedro Lastra.
Balada para una historia secreta
Miras por
la ventana un paisaje de invierno
y la
maligna lluvia te destruye
porque
eres la ausencia.
Estabas y
no eras,
hablabas
y el silencio:
nunca
eres más bella que cuando sé que eres
la que no
está conmigo.
No
encuentro en la memoria
un nombre
que te deje a mi lado, un instante,
un nombre
que me salve de verte así, creada
por la
palabra ausencia.
Y por eso
la lluvia, y por eso el silencio
y la fuga
que eres, y el vacío y el vértigo
que eres
cuando la
ausencia toma tu figura.
Si hoy
hubieras llegado
por la
carretera del sur,
si
hubieras llegado, como te digo,
a la hora
en que las
apariciones
nocturnas
suelen
tomar su sitio en la realidad que las supone,
y
despiertan a los dormidos
para
restituirlos a su pasión original,
nada me
quedaría por escribir de esta pequeña historia de viaje
en la que
eso no sucede
y yo sigo
buscándote en la carretera del sur.
Ya hablaremos de nuestra juventud
Ya
hablaremos de nuestra juventud,
ya
hablaremos después, muertos o vivos
con tanto
tiempo encima,
con años fantasmales que no fueron los nuestros
y días que vinieron del mar y regresaron
a su
profunda permanencia.
Ya
hablaremos de nuestra juventud
casi
olvidándola,
confundiendo
las noches y sus nombres,
lo que
nos fue quitado, la presencia
de una
turbia batalla con los sueños.
Hablaremos
sentados en los parques
como
veinte años antes, como treinta años antes,
indignados
del mundo,
sin
recordar palabra, quienes fuimos,
dónde creció el amor,
en qué vagas ciudades habitamos.
Caperucita 1975
II
Y para oírte nada de teléfonos
ni orejas
grandes
no soy
lobo ni oveja
no sé quién soy
oído para tu voz
espacio
que se
instala en el mundo
para tu
voz que late
rápida y lejos
lejos de
mí que soy
menos
feroz y astuto cada noche.
Sísifo
Caer y
recaer
en las
mismas alianzas y celadas del sueño
La otra
versión es la que escribo en sueños,
una voz
que la letra retiene
repitiéndola
como una
línea de Robert Desnos:
tanto soñé contigo que
pierdes tu realidad.
La otra
versión eres tú, sigilosa,
cuando
tus días pasan de largo a mi lado,
cuando el
viento derrama
tu
cabellera sobre mi memoria.
Aurora boreal
Fugacidades,
iluminaciones:
tiempo
del agua en la clepsidra
y de la
arena en su cristal,
y los
regresos del silencio
que viene
y va por la memoria,
esa
penumbra donde ocurren
fabulaciones
de la arena
como el
amor, como el silencio,
como la música y el agua.
Por los poetas perdidos
Nosotros
disputamos a otro reino sus nombres,
a otros
dioses sus cuerpos siempre ardientes
que
arrastraron los sueños, el amor, cuanto existe
más acá del abismo,
abrimos
las ventanas de ese reino
y
hablamos con la voz del hermano perdido,
nosotros,
que hoy amamos las mismas criaturas,
las
terribles, veloces criaturas del mundo.
recuerdo
un verso y lo repito
es su
palabra la que digo
la que
recuerdo y alguien dice
y no soy
yo y el balbuceo
de su
palabra es el silencio
(¿quién habla aquí, quién está aquí?)
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