"Tideland", Terry Gilliam.



Terry Gilliam.
Una niña de nueve años está en la cocina de una cochambrera, calentando heroína en una cuchara, para luego llenar la jeringa, pasársela al padre que se sienta en una poltrona desastrada, se alista las venas y se chuta un tiquete para “irse de vacaciones”. El padre es Jeff Bridges, la niña Jeliza-Rose y Tideland la película de 1995 de Terry Gilliam, atacada por la crítica debido al atrevimiento de escenas como esta. Y sí: puede ser el filme más agresivo de Gilliam, y el más bizarro; pero, al mismo tiempo, quizá, el de factura más bella.
Nicola Pecorini.
Muy remarcable: 1) El manejo de la steadycam a cargo de Nicola Pecorini (Fotografo que ya había trabajado con T.G. en Fear and loathing in Las Vegas y que volvió a estar a su lado en The imaginarium of Doctor Parnassus): La cámara se inclina a la derecha. Rectifica. Luego a la izquierda. Todo de manera lenta, algunas veces casi imperceptible; otras en medio de un paneo. El resultado narrativo es un énfasis en el desequilibrio y en el naufragio. Si a esto se agregan los picados y contrapicados extremos habituales en T.G., tenemos un filme en el que se evidencia un guión tan cuidadosamente escrito que, de seguro, previó con exactitud muchos de los mejores planos que terminaron siendo filmados e incluidos en edición. Y 2) Jodelle Ferland (Jeliza-Rose). Es sólo una niña pero, definitivamente, hay que seguirle la pista. Logra ser distante cuando el cliché marcaría afectación sentimental; blanda cuando el público menos se lo espera. Todo el peso de la película recae sobre ella y ella no flaquea en ningún instante. Por si todo esto fuera poco, resulta que hace tres personajes más: las tres cabezas de muñecas con las que juega y a las que, según cuenta T.G., ella misma les escogió la voz.






Más que una adaptación de
Alicia en el país de las maravillas, es una versión cinematográfica de la imaginación de Alicia. La fantasía de Jeliza-Rose pareciera colgarse de una liana y lanzarse al vacío prendida de ella, hasta que encuentra otra liana y la agarra, cualquiera que ella sea, dejando atrás la vieja. En cada cambio de situación, Jeliza-Rose encuentra elementos para conformar su propia puesta en escena. Si se cruza con una ardilla (por cierto: el subtítulo original es precioso: “The squirrels made it seem less lonely”) se imagina convirtiéndose en su amiga, y cuando el animal desaparece, Jeliza-Rose toma lo que primero encuentra (un baúl de ropa vieja, por ejemplo.) para convertirlo en el objeto de su imaginación. 
La imaginación pretendida como el antídoto contra la soledad y el abandono, que es, precisamente, una de las temáticas subyacentes en la historia. Tres mujeres abandonadas (Jeliza-Rose, Dell y la mujer del final) hacen de esta película una obra absolutamente femenina, aunque esto no sea una característica apreciable a primera vista, pues la feminidad que se maneja, en lugar de caer en la reducción tierna y lacrimosa, está cargada de una fuerza que habitualmente es aplicada al género masculino. Y en esa femineidad, en la relación de la mujer con el padre y el amante, en la transformación de la niña en mujer, puede estar la clave interpretativa de una historia con muchas interpretaciones posibles.
Al final aparece un elemento que, magistralmente, se transforma en uno que ya habíamos visto al comienzo y, de esta manera, entre los dos momentos se tiende un puente (o quizá sea más acertado decir “se traza una madriguera”). Y se abren dos posibilidades: O bien la historia narra el acto de recorrer el puente, o bien habla de su destrucción. Me quedo con la segunda, con la posibilidad de haber visto una película apocalíptica, soterradamente apocalíptica.




Comentarios

  1. Donde, en que parte del mundo, fue filmada esta película,

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